Elijo el sentido de la vida como primer tema a tratar según las propuestas que me habéis hecho. Este tema está propuesto por Cantnoy. Lo he elegido básicamente porque es el tema más subjetivo de los que me habéis hablado, por lo tanto filosofando puedo decir algo con bastante sustancia; mientras que para los otros temas quiero informarme un poco más antes de tratarlos. Ya sabéis que esos temas serán tratados en el futuro, y que en la parte de comentarios de esta entrada podéis hacer más sugerencias de temas. (Para más información pinchad aquí).
Por otra parte quiero señalar muchísimo que en este tipo de entradas no pondré "yo creo que...", como suele ser habitual en mis entradas, sino que directamente lo afirmaré, no imponiendo mi pensamiento, sino sobreentendiendo que es mi opinión. Sólamente mi opinión. Aclarado esto, empiezo.
El sentido de la vida
El sentido de la vida es ser feliz. Y durante todo este artículo os contaré porque lo pienso.
Sin tener en cuenta lo puramente biológico, como alimentarse o sobrevivir, la vida de las personas tiende a evolucionar, a cambiar. Y ese cambio las personas intentamos guiarlo hacia un cambio a mejor o cambio positivo. ¿Por qué? Porque todos deseamos estar mejor de lo que ya estamos ahora mismo. Unos lo llaman egoísmo, otros espíritu de superación; pero lo que sí es cierto es que las personas siempre queremos más, queremos tener más de lo que nos gusta y de lo que nos hace sentir bien. Vamos, que siempre queremos estar mejor de lo que estamos antes y nunca empeorar. Parece sencillo, pero entender la verdadera importancia de esto requiere cierta abstracción y sobretodo observar que todas tus experiencias concuerdan con esto, y eso sí que es difícil.
La felicidad es un ideal y, como todos los ideales, es imposible de lograr. Pero es el hecho de creer en ella, de tener fe en que existe, lo más importante. Es lo más importante porque creyendo que la podemos conseguir nos fijaremos una meta: lograr la felicidad. Y fijarse metas es el principio del camino. Todos tenemos metas, objetivos en la vida, sin los cuales nos sentiríamos vacíos y ansiosos de llenar ese vacío. Nos fijamos metas porque queremos más, queremos tener más bienestar, sentirnos mejor. Y el hecho de fijarnos metas para sentirnos mejor es, en abstracto, buscar la felicidad. La felicidad como ideal es el estado máximo de bienestar, por eso la ansiamos. No podemos tenerla porque nuestra propia condición de querer siempre más nos impide tocar techo, tener un límite, que en abstracto sería la felicidad. Por eso nunca podemos llegar a la felicidad absoluta, es comparable a intentar contar hasta infinito.
No sabemos muy bien qué es el número infinito, pero el concepto abstracto sí que lo entendemos, porque si yo os dijera que empezaseis a contar a infinito contaríais los números cada vez mayores, y esos números serían sucesivamente más próximos al infinito.
Pues igual ocurre con la felicidad. Es inalcanzable, pero si empiezas a buscarla, a caminar hacia ella (a contar en el caso del número infinito), ¿no estaremos cada vez más cerca de ella?
Entonces, si las personas buscan aumentar su bienestar, que es lo mismo que buscar su felicidad; y si las personas buscan la felicidad cumpliendo objetivos de vida, concluyo en que la felicidad es la meta que recoge, engloba, abarca todas las metas que tenemos en nuestra vida.
Tener un camino, unos objetivos, unas metas es lo más importante para la felicidad. Tener un camino viene de que el hecho de caminar es movimiento, y el movimiento, el CAMBIO es necesario en nuestra vida. Las personas que no cambian nunca se condenan a repetir los mismos errores. Todos alguna vez hemos sentido que no queremos cambiar nunca, porque así podremos repetir los buenos momentos, aunque también se repitan los errores. Esa es una idea equivocada, ya que los propios momentos que queremos repetir son únicos (ya que todo está sometido al cambio), y los errores harán cada vez más daño debido a la frustración que ocasiona no saber qué hacer, no tener la solución al problema. ¡Búscalo! ¡Muévete! ¡Camina! ¡Cambia! Todo acaba en lo mismo, en cambiar (a mejor) para sentirse mejor. Nos aburrimos de hacer siempre las mismas cosas, la rutina es algo que tiende a evitarse, porque todo eso conlleva no cambiar. Y necesitamos cambiar, aspirar a más, aspirar a más felicidad.
¿Y por qué la felicidad es el sentido de la vida? Porque el camino que lleva hacia la felicidad es lo que nuestra vida tenga un porqué, un sentido. Una persona sin camino, sin objetivos estará siempre triste, aburrida, yendo de la televisión al ordenador, y de comer a dormir. Una persona sin objetivos sentirá carencias, falta de algo, ese cosquilleo en el estómago que te dice “¡aquí pasa algo!”. Y ese algo es que necesitas cambiar, porque no te hace bien lo que haces y tú tampoco lo quieres, aunque no te des cuenta. Es muy típico decir “yo no voy a cambiar nunca” o “no necesito cambiar”, todos tenemos una parte de nosotros que no quiere cambiar, pero lo que te ocurre es que esa parte de ti en un pasado le costó tanto llegar al punto de bienestar o felicidad en el que está ahora que tienes miedo de que todo ese esfuerzo se pierda, o simplemente no te apetece esforzarte lo suficiente para cambiarlo “porque no me compensa”. Error. La comodidad y la pereza son aliados del no-cambio. Todos, alguna vez que “nos la hemos jugado”, es decir, arriesgado algo muy valioso (que nos daba mucho bienestar) para intentar conseguir algo que vale más para nosotros y, ¿a que siempre “nos ha compensado” y nos hemos sentido orgullosos de nosotros mismos por tener la valentía de intentarlo? Pues así con todas esas cosas, por rígidas o pequeñas que parezcan, que queden paralizadas en nuestra vida.
Generalizo tantísimo por una muy buena razón: porque cada uno tiene sus propias cosas que le hacen sentir mejor, mejora su bienestar y por tanto le hace más feliz. Todos y cada uno de nosotros es diferente al otro. Un error muy frecuente es creer que lo que te gusta es lo verdaderamente bueno, lo correcto, y que lo demás no vale (ejemplo: el tipo de música que te gusta). Se debe a que somos diferentes. Las personas que piensan así (todos en algún aspecto) caen en ese error porque ese tipo (de música, por ejemplo) es el que más le gusta, más le agrada, más bienestar y por tanto felicidad le produce, y creen que a todos les debe pasar igual porque les da mucho bienestar.
Es por esto, por lo que creer que algo es así o debe ser así es un error. Es más, algo que no cambia nunca, el no-cambio en sí, es un ideal, y por tanto es imposible de lograr. ¿Por qué? Porque el mundo es así, todo está relacionado, y las continuas relaciones e infinitas combinaciones de relaciones permiten que el mundo sea como lo conocemos hoy.
En resumen: es un ciclo. El sentido de la vida es lograr la mayor felicidad posible, la felicidad se consigue cumpliendo objetivos de vida, y los objetivos de vida son lo que dan sentido a la vida.
Cada uno tiene sus propios objetivos y por tanto dar sentido a nuestra vida consiguiendo la felicidad es un camino totalmente personal. Solo tú puedes cambiar todo lo que hay en tu vida. No hay una ecuación de la felicidad o una explicación científica válida para todos.
Y contestando explícitamente a lo que me preguntó Cantnoy:
¿Cuál es el sentido de la vida? La felicidad.
¿Cuál es tu propio sentido de la vida? Cumplir mis objetivos para lograr la felicidad.
Para que entendamos mejor toda la teoría abstracta que he dicho anteriormente, voy a aplicármelo a mí mismo. Cual es el sentido de mi vida.
Desde que era un niño siempre me he preguntado el porqué de las cosas. Mi madre me recuerda mucho que con solo cinco años le pregunté a ella y a mi padre que porqué la Tierra era redonda y no cuadrada. Me dieron una respuesta que años después, en el instituto, me di cuenta de que no era totalmente cierta. Lo importante es que me dejaba maravillar por la inmensidad de este mundo, las múltiples preguntas y múltiples respuestas a una sola pregunta que se podían formular.
Avanzaban los años, y esa chispa de curiosidad se iba apagando. Iba siendo sustituida por la televisión y sus dibujos animados, por las limitaciones de conocimiento que da el colegio y por el afán de jugar y divertirme sin cesar a casi cualquier cosa. Las preguntas eran progresivamente sustituidas por esas cosas que me daban bienestar en ese determinado momento.
Cuando llegué a mi adolescencia, mi curiosidad estaba al mismo nivel que mis ganas de estudiar, es decir, por los suelos, bajísima. Pero fue en esta etapa donde apareció algo de mí que hasta entonces no existía o estaba inactivo. ¿Cómo describirlo…? Era la necesidad de tener respuesta a todo lo que me preguntaba, en ese mismo momento, y saber que no tenía la respuesta en mi poder me hacía creer que nunca encontraría la respuesta. Tras pensar y pensar llegué a creer que simplemente no existían respuestas a mis preguntas. Y entonces me invadía una desesperación y desasosiego que daban ganas de llorar y gritar a la vez en mi interior. Era la primera vez que sujetaba mi cabeza porque me pesaba mucho de tanto pensar, echaba humo, y ninguna respuesta concluyente. Me daban ganas de golpearlo todo, se iban las ganas de comer y apenas podía dormir porque la tortura interna era continua. Era la primera vez en mi vida que entraba en la filosofía: “¿Quién soy? ¿Qué es el mundo? ¿Por qué vivo? ¿Qué es la vida? ¿Cuál es el sentido de la vida?”
No obtenía respuesta.
Cansado de buscar, decidí seguir con mi vida, sencillamente eso. Dejar de pensar, amargarme, solo actuar, ya que si actuaba conseguía tener mi mente ocupada y dejar de pensar.
Pero de ahí surgió la respuesta. De actuar. Empecé a moverme, a hacer cosas, a reaccionar, a atreverme a hacer cosas impensables para mí hasta entonces. De la mayoría me avergüenzo, y de unas pocas me siento orgulloso. Pero de las que me avergüenzo no me arrepiento, porque fueron necesarias para llegar a las otras. De las que me siento orgulloso son el resultado positivo de esforzarme por conseguir algo mejor para mí. Estaba empezando a fijarme objetivos, seguir un camino pese a que no tenía muy claro a donde llegaría. Lo importante era moverse, ya que quieto solo veo lo que hay en mi alrededor, pero si me movía veía cosas diferentes y, con fe, tenía la esperanza de hallar respuestas, sobretodo a una: ¿Cuál es el sentido de mi vida?
Hasta hoy, casi sin darme cuenta, fui formando una persona muy diferente a la que era entonces. (Eso típico de “si vieras como era antes fliparías”). Acepté que el mundo cambia, y que si actúo con sabiduría y fuerza de voluntad puedo guiar esos cambios por mi camino para que sean cambios que mejoren mi vida, que me ayuden, cambios a mejor.
Y en el día de hoy, a 30 de septiembre de 2009, puedo decir que todavía no sé cual es el sentido de la vida científicamente hablando, porque la felicidad no existe y mi ansia de querer siempre más no se conforma sabiendo que nunca llegaré a tenerlo todo. Lo que sí puedo decir es que sé la mejor forma de guiar mi vida y, para mí, la mejor opción es la verdadera. Porque persigo ideales, y los ideales no existen al menos en este mundo. Pero sí existen en el interior de las personas (en su alma, corazón, mente, pensamiento, llámalo como quieras). Por tanto, en mi interior, sí existe el sentido de la vida, sí existe la felicidad.
Mi forma de llegar a la felicidad es tan íntima y personal que prefiero no decirla aquí. Pero diré en qué se basa. Se basa en el amor, recibido y dado a ciertas personas; en mis aspiraciones profesionales, que ahora mismo las más inmediatas son sacarme la carrera y seguir aumentando mi cultura general por cuenta propia; y en expresarme, artísticamente (teatro) como mi pensamiento (su mayor componente es este blog, por eso le tengo tanto cariño a él y a todos los que formáis parte de él). Y que todos ellos están abiertos al cambio.
Parece simple, pero no lo es. Al igual que no os será simple encontrar vuestros propios objetivos, vuestra propia felicidad.
Así, a corto plazo, os animo a que retoméis todas esas pequeñas cosas que os hacían sentir bien (dibujar, escribir, tocar un instrumento musical, etc.) e intentéis resolver los conflictos que tengáis con personas cercanas a vosotros (familiares, ex-amigos, etc.), Y a largo plazo, que tengáis una idea más o menos clara sobre a qué quieres guiar tu vida profesionalmente (lo que realmente quieres estudiar o trabajar) y sobretodo cambiar la forma de pensar y actuar ante la vida con el objetivo de conseguir una forma de pensar mucho más abierta al cambio, y así poder aprovecharte de todo lo que puedes cambiar con tu nueva actitud.
Siento mucho haber escrito tanto pero un tema así lo merecía, y mucho. Invito a todo el que quiera (Óiko, Malw, Cantnoy y demás) a que haga una entrada en su blog acerca de esto, insistiendo especialmente en su propio sentido de la vida.
Y para todos, independientemente de la confianza personal entre nosotros, me ofrezco para ayudaros en cualquier problema que os ofrezca la vida, ya sea en plan abstracto o de un caso concreto. Contad conmigo, sé lo que es sentirse solo y lucho porque nadie tenga que sentirse así.
Moveos, la felicidad existe, pero solo si en vuestro interior creéis firmemente que existe.
Por otra parte quiero señalar muchísimo que en este tipo de entradas no pondré "yo creo que...", como suele ser habitual en mis entradas, sino que directamente lo afirmaré, no imponiendo mi pensamiento, sino sobreentendiendo que es mi opinión. Sólamente mi opinión. Aclarado esto, empiezo.
El sentido de la vida
El sentido de la vida es ser feliz. Y durante todo este artículo os contaré porque lo pienso.
Sin tener en cuenta lo puramente biológico, como alimentarse o sobrevivir, la vida de las personas tiende a evolucionar, a cambiar. Y ese cambio las personas intentamos guiarlo hacia un cambio a mejor o cambio positivo. ¿Por qué? Porque todos deseamos estar mejor de lo que ya estamos ahora mismo. Unos lo llaman egoísmo, otros espíritu de superación; pero lo que sí es cierto es que las personas siempre queremos más, queremos tener más de lo que nos gusta y de lo que nos hace sentir bien. Vamos, que siempre queremos estar mejor de lo que estamos antes y nunca empeorar. Parece sencillo, pero entender la verdadera importancia de esto requiere cierta abstracción y sobretodo observar que todas tus experiencias concuerdan con esto, y eso sí que es difícil.
La felicidad es un ideal y, como todos los ideales, es imposible de lograr. Pero es el hecho de creer en ella, de tener fe en que existe, lo más importante. Es lo más importante porque creyendo que la podemos conseguir nos fijaremos una meta: lograr la felicidad. Y fijarse metas es el principio del camino. Todos tenemos metas, objetivos en la vida, sin los cuales nos sentiríamos vacíos y ansiosos de llenar ese vacío. Nos fijamos metas porque queremos más, queremos tener más bienestar, sentirnos mejor. Y el hecho de fijarnos metas para sentirnos mejor es, en abstracto, buscar la felicidad. La felicidad como ideal es el estado máximo de bienestar, por eso la ansiamos. No podemos tenerla porque nuestra propia condición de querer siempre más nos impide tocar techo, tener un límite, que en abstracto sería la felicidad. Por eso nunca podemos llegar a la felicidad absoluta, es comparable a intentar contar hasta infinito.
No sabemos muy bien qué es el número infinito, pero el concepto abstracto sí que lo entendemos, porque si yo os dijera que empezaseis a contar a infinito contaríais los números cada vez mayores, y esos números serían sucesivamente más próximos al infinito.
Pues igual ocurre con la felicidad. Es inalcanzable, pero si empiezas a buscarla, a caminar hacia ella (a contar en el caso del número infinito), ¿no estaremos cada vez más cerca de ella?
Entonces, si las personas buscan aumentar su bienestar, que es lo mismo que buscar su felicidad; y si las personas buscan la felicidad cumpliendo objetivos de vida, concluyo en que la felicidad es la meta que recoge, engloba, abarca todas las metas que tenemos en nuestra vida.
Tener un camino, unos objetivos, unas metas es lo más importante para la felicidad. Tener un camino viene de que el hecho de caminar es movimiento, y el movimiento, el CAMBIO es necesario en nuestra vida. Las personas que no cambian nunca se condenan a repetir los mismos errores. Todos alguna vez hemos sentido que no queremos cambiar nunca, porque así podremos repetir los buenos momentos, aunque también se repitan los errores. Esa es una idea equivocada, ya que los propios momentos que queremos repetir son únicos (ya que todo está sometido al cambio), y los errores harán cada vez más daño debido a la frustración que ocasiona no saber qué hacer, no tener la solución al problema. ¡Búscalo! ¡Muévete! ¡Camina! ¡Cambia! Todo acaba en lo mismo, en cambiar (a mejor) para sentirse mejor. Nos aburrimos de hacer siempre las mismas cosas, la rutina es algo que tiende a evitarse, porque todo eso conlleva no cambiar. Y necesitamos cambiar, aspirar a más, aspirar a más felicidad.
¿Y por qué la felicidad es el sentido de la vida? Porque el camino que lleva hacia la felicidad es lo que nuestra vida tenga un porqué, un sentido. Una persona sin camino, sin objetivos estará siempre triste, aburrida, yendo de la televisión al ordenador, y de comer a dormir. Una persona sin objetivos sentirá carencias, falta de algo, ese cosquilleo en el estómago que te dice “¡aquí pasa algo!”. Y ese algo es que necesitas cambiar, porque no te hace bien lo que haces y tú tampoco lo quieres, aunque no te des cuenta. Es muy típico decir “yo no voy a cambiar nunca” o “no necesito cambiar”, todos tenemos una parte de nosotros que no quiere cambiar, pero lo que te ocurre es que esa parte de ti en un pasado le costó tanto llegar al punto de bienestar o felicidad en el que está ahora que tienes miedo de que todo ese esfuerzo se pierda, o simplemente no te apetece esforzarte lo suficiente para cambiarlo “porque no me compensa”. Error. La comodidad y la pereza son aliados del no-cambio. Todos, alguna vez que “nos la hemos jugado”, es decir, arriesgado algo muy valioso (que nos daba mucho bienestar) para intentar conseguir algo que vale más para nosotros y, ¿a que siempre “nos ha compensado” y nos hemos sentido orgullosos de nosotros mismos por tener la valentía de intentarlo? Pues así con todas esas cosas, por rígidas o pequeñas que parezcan, que queden paralizadas en nuestra vida.
Generalizo tantísimo por una muy buena razón: porque cada uno tiene sus propias cosas que le hacen sentir mejor, mejora su bienestar y por tanto le hace más feliz. Todos y cada uno de nosotros es diferente al otro. Un error muy frecuente es creer que lo que te gusta es lo verdaderamente bueno, lo correcto, y que lo demás no vale (ejemplo: el tipo de música que te gusta). Se debe a que somos diferentes. Las personas que piensan así (todos en algún aspecto) caen en ese error porque ese tipo (de música, por ejemplo) es el que más le gusta, más le agrada, más bienestar y por tanto felicidad le produce, y creen que a todos les debe pasar igual porque les da mucho bienestar.
Es por esto, por lo que creer que algo es así o debe ser así es un error. Es más, algo que no cambia nunca, el no-cambio en sí, es un ideal, y por tanto es imposible de lograr. ¿Por qué? Porque el mundo es así, todo está relacionado, y las continuas relaciones e infinitas combinaciones de relaciones permiten que el mundo sea como lo conocemos hoy.
En resumen: es un ciclo. El sentido de la vida es lograr la mayor felicidad posible, la felicidad se consigue cumpliendo objetivos de vida, y los objetivos de vida son lo que dan sentido a la vida.
Cada uno tiene sus propios objetivos y por tanto dar sentido a nuestra vida consiguiendo la felicidad es un camino totalmente personal. Solo tú puedes cambiar todo lo que hay en tu vida. No hay una ecuación de la felicidad o una explicación científica válida para todos.
Y contestando explícitamente a lo que me preguntó Cantnoy:
¿Cuál es el sentido de la vida? La felicidad.
¿Cuál es tu propio sentido de la vida? Cumplir mis objetivos para lograr la felicidad.
Para que entendamos mejor toda la teoría abstracta que he dicho anteriormente, voy a aplicármelo a mí mismo. Cual es el sentido de mi vida.
Desde que era un niño siempre me he preguntado el porqué de las cosas. Mi madre me recuerda mucho que con solo cinco años le pregunté a ella y a mi padre que porqué la Tierra era redonda y no cuadrada. Me dieron una respuesta que años después, en el instituto, me di cuenta de que no era totalmente cierta. Lo importante es que me dejaba maravillar por la inmensidad de este mundo, las múltiples preguntas y múltiples respuestas a una sola pregunta que se podían formular.
Avanzaban los años, y esa chispa de curiosidad se iba apagando. Iba siendo sustituida por la televisión y sus dibujos animados, por las limitaciones de conocimiento que da el colegio y por el afán de jugar y divertirme sin cesar a casi cualquier cosa. Las preguntas eran progresivamente sustituidas por esas cosas que me daban bienestar en ese determinado momento.
Cuando llegué a mi adolescencia, mi curiosidad estaba al mismo nivel que mis ganas de estudiar, es decir, por los suelos, bajísima. Pero fue en esta etapa donde apareció algo de mí que hasta entonces no existía o estaba inactivo. ¿Cómo describirlo…? Era la necesidad de tener respuesta a todo lo que me preguntaba, en ese mismo momento, y saber que no tenía la respuesta en mi poder me hacía creer que nunca encontraría la respuesta. Tras pensar y pensar llegué a creer que simplemente no existían respuestas a mis preguntas. Y entonces me invadía una desesperación y desasosiego que daban ganas de llorar y gritar a la vez en mi interior. Era la primera vez que sujetaba mi cabeza porque me pesaba mucho de tanto pensar, echaba humo, y ninguna respuesta concluyente. Me daban ganas de golpearlo todo, se iban las ganas de comer y apenas podía dormir porque la tortura interna era continua. Era la primera vez en mi vida que entraba en la filosofía: “¿Quién soy? ¿Qué es el mundo? ¿Por qué vivo? ¿Qué es la vida? ¿Cuál es el sentido de la vida?”
No obtenía respuesta.
Cansado de buscar, decidí seguir con mi vida, sencillamente eso. Dejar de pensar, amargarme, solo actuar, ya que si actuaba conseguía tener mi mente ocupada y dejar de pensar.
Pero de ahí surgió la respuesta. De actuar. Empecé a moverme, a hacer cosas, a reaccionar, a atreverme a hacer cosas impensables para mí hasta entonces. De la mayoría me avergüenzo, y de unas pocas me siento orgulloso. Pero de las que me avergüenzo no me arrepiento, porque fueron necesarias para llegar a las otras. De las que me siento orgulloso son el resultado positivo de esforzarme por conseguir algo mejor para mí. Estaba empezando a fijarme objetivos, seguir un camino pese a que no tenía muy claro a donde llegaría. Lo importante era moverse, ya que quieto solo veo lo que hay en mi alrededor, pero si me movía veía cosas diferentes y, con fe, tenía la esperanza de hallar respuestas, sobretodo a una: ¿Cuál es el sentido de mi vida?
Hasta hoy, casi sin darme cuenta, fui formando una persona muy diferente a la que era entonces. (Eso típico de “si vieras como era antes fliparías”). Acepté que el mundo cambia, y que si actúo con sabiduría y fuerza de voluntad puedo guiar esos cambios por mi camino para que sean cambios que mejoren mi vida, que me ayuden, cambios a mejor.
Y en el día de hoy, a 30 de septiembre de 2009, puedo decir que todavía no sé cual es el sentido de la vida científicamente hablando, porque la felicidad no existe y mi ansia de querer siempre más no se conforma sabiendo que nunca llegaré a tenerlo todo. Lo que sí puedo decir es que sé la mejor forma de guiar mi vida y, para mí, la mejor opción es la verdadera. Porque persigo ideales, y los ideales no existen al menos en este mundo. Pero sí existen en el interior de las personas (en su alma, corazón, mente, pensamiento, llámalo como quieras). Por tanto, en mi interior, sí existe el sentido de la vida, sí existe la felicidad.
Mi forma de llegar a la felicidad es tan íntima y personal que prefiero no decirla aquí. Pero diré en qué se basa. Se basa en el amor, recibido y dado a ciertas personas; en mis aspiraciones profesionales, que ahora mismo las más inmediatas son sacarme la carrera y seguir aumentando mi cultura general por cuenta propia; y en expresarme, artísticamente (teatro) como mi pensamiento (su mayor componente es este blog, por eso le tengo tanto cariño a él y a todos los que formáis parte de él). Y que todos ellos están abiertos al cambio.
Parece simple, pero no lo es. Al igual que no os será simple encontrar vuestros propios objetivos, vuestra propia felicidad.
Así, a corto plazo, os animo a que retoméis todas esas pequeñas cosas que os hacían sentir bien (dibujar, escribir, tocar un instrumento musical, etc.) e intentéis resolver los conflictos que tengáis con personas cercanas a vosotros (familiares, ex-amigos, etc.), Y a largo plazo, que tengáis una idea más o menos clara sobre a qué quieres guiar tu vida profesionalmente (lo que realmente quieres estudiar o trabajar) y sobretodo cambiar la forma de pensar y actuar ante la vida con el objetivo de conseguir una forma de pensar mucho más abierta al cambio, y así poder aprovecharte de todo lo que puedes cambiar con tu nueva actitud.
Siento mucho haber escrito tanto pero un tema así lo merecía, y mucho. Invito a todo el que quiera (Óiko, Malw, Cantnoy y demás) a que haga una entrada en su blog acerca de esto, insistiendo especialmente en su propio sentido de la vida.
Y para todos, independientemente de la confianza personal entre nosotros, me ofrezco para ayudaros en cualquier problema que os ofrezca la vida, ya sea en plan abstracto o de un caso concreto. Contad conmigo, sé lo que es sentirse solo y lucho porque nadie tenga que sentirse así.
Moveos, la felicidad existe, pero solo si en vuestro interior creéis firmemente que existe.